Durante el siglo XIX el ferrocarril demostró
ser, tanto en Europa como en Estados Unidos, el medio más eficaz de integración
geográfica, producción, consumo e intercambio cultural, por lo que no resulta extraño
que el programa de desarrollo del presidente Díaz haya tomado decididamente a
este medio de transporte como eje de sus acciones.
En 1880 la red ferroviaria sumaba 1 086 kilómetros
que apenas conectaban la ciudad de México con el puerto de Veracruz, más algunos
ramales hacia Puebla, Toluca y Jalapa. A principios del siglo XX el tendido de
vía se había multiplicado y se contaba ya con 20 000 kilómetros de vías, que conectaban
principalmente a la ciudad de México con Estados Unidos, con los dos océanos y
con la frontera sur, además de haber un buen número de ramales a lo largo de
todo el país. Este crecimiento prueba que Díaz tenía razón: el desarrollo del
país viajaba en tren.
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